El presente documento entrega una mirada analítica y documentada de la visión de Juan Pablo II sobre el capitalismo, la economía, el trabajo y la propiedad privada. El Papa vivió expuesto a distintas ideologías y desde ahí se plantea su reflexión
Cuando el Papa se refiere al capitalismo liberal como a un sistema ético y cultural, me parece que hace una de las críticas más violentas, que va al corazón de la problemática. ¿Se podría proponer la hipótesis que el Papa piensa en una ideología, más que en un sistema técnico? La lectura atenta de todo el documento y de otros muchos, parece confirmar la hipótesis. En la Encíclica Laboren Exercen se habla del liberalismo como ideología del capitalismo. Se critica el «economismo» que, no es otra cosa que materialismo práctico ya que por el modo de valorar los bienes materiales piensa que éstos pueden apagar todas las necesidades del hombre. Este economismo es anterior a ambos sistemas, capitalismo liberal y materialismo dialéctico, y ha tenido un influjo decisivo sobre el planteamiento no humanístico del sistema de producción y consumo. En la Solicitude Rei Socialis el Papa habla de una contraposición de orden ideológico entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista, cada uno de los cuales tienen su visión del hombre, de su libertad y de su finalidad social y propone formas concretas de organización del trabajo y de la propiedad de los medios de producción. Se habla de «concepciones» del desarrollo, de los hombres y de los pueblos. Aquí encontramos ya el sentido de la ideología que interpreta la realidad y en base a esta interpretación busca estructurarla.
Conviene notar que el Papa es fiel a cuanto ya había afirmado Pablo VI, cuando decía que la comunidad cristiana no puede apoyar la ideología liberal «que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales y no ya como fin y motivo primario del valor de la organización social». En la Encíclica Cuadragesimo Anno (CA) y se encontrará una extraordinaria coherencia: si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa.
Los límites del presente artículo no permiten tratar todos los puntos de novedad, como la solidaridad, el concepto de justicia, la opción por los pobres en su forma de defensa de los derechos humanos. Podemos concluir con el renovado concepto de propiedad privada. También en éste había bastante ambigüedad en la presentación tradicional de la DSI. En ella, ciertamente, se habla de sus límites, de su dimensión social, pero, a veces se deja la impresión de ser más una defensa del derecho del propietario, que de las víctimas de la injusta distribución de los bienes. Juan Pablo II admite que se pueden poner «fundados reparos» al principio de la propiedad privada y llega inclusive a proponer una posible socialización de los medios de producción, con tal que sea una forma que garantice la subjetividad de la sociedad mediante cuerpos intermedios y así se logre que cada uno pueda sentirse «copropietario» del gran taller del trabajo.
Juan Pablo II, especifica el tradicional concepto de la destinación universal de los bienes con el de la «donación» hecha por Dios a los primeros y, en ellos, a cada hombre y mujer. Esa donación, cuyo progreso es fruto del patrimonio histórico ¿el trabajo humano, constituye el gran banco del trabajo en el cual se realiza toda la actividad humana?. Ya en Laborem Exercens aclara el Papa que la propiedad se adquiere, ante todo mediante el trabajo, para que ella sirva al trabajo. Los medios de producción creados o mejorados por el trabajo humano, no pueden ser poseídos contra éste, ni para poseer. Así se explica la dureza de Cuadragesimo Anno «La propiedad de los medios de producción, tanto en el campo industrial como agrícola, es justa y legítima cuando se emplea para un trabajo útil; pero resulta ilegítima cuando no es valorada o sirve para impedir el trabajo de los demás u obtener unas ganancias que no son fruto de la expansión global del trabajo y de la riqueza social, sino más bien de su compresión, de la explotación ilícita, de la especulación y de la ruptura de la solidaridad en el mundo laboral. Este tipo de propiedad no tiene ninguna justificación y constituye un abuso ante Dios y los hombres».
Quien así se expresa no es un utopista ni un revolucionario. Es alguien que ha vivido la dureza del colectivismo marxista y, por tanto, no siente simpatías por dicho sistema, ni se deja arrastrar por los señuelos de su ideología. Es un Papa que ha comprendido que su misión no solamente es anunciar al mundo la correcta visión del hombre y de la humanidad, sino declararse un acérrimo defensor de su dignidad amenazada por el materialismo práctico que niega toda realidad trascendente y hace superflua la fe.
(Extracto tomado de Notes et Documents, nº 2, mayo – septiembre de 2005)
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